Como en las misteriosas atmósferas de los cuentos del escritor japonés Yasunari Kawabata, la ciudad de Osaka esconde grandes enigmas respecto al poder y la economía global. Durante mucho tiempo, el G7 fungió como una especie de comité central de la clase dominante. La creación del G20 respondió a fuerzas contradictorias, por un lado los integrantes del G7 requerían de una caja de resonancia para legitimar sus acuerdos y para bajar regionalmente sus políticas. Por otra parte, las potencias emergentes reclamaron un lugar para tomar decisiones globales. Durante mucho tiempo el G20 se convirtió en un espacio de negociación, acuerdos e impulso de políticas neoliberales que luego eran llevadas a otros espacios multilaterales. Pero, su reciente cónclave mostró que ahora resulta muy difícil ponerse de acuerdo en temas esenciales.

De acuerdo con Erik Johnston, “Tensions Simmer at G20 in Osaka” (Japan Times 28 de junio, 2019) los 37 jefes de estado asistentes a la reunión del G20 tenían 3 preocupaciones sobre un posible naufragio de la economía global: la guerra comercial sinoestadounidense, las tensiones militares en el golfo de Omán y el proteccionismo. Podemos agregar que esos fueron los tres fantasmas que rondaron la cumbre. Retomando la nota de del diario nipón, Vladimir Putin, Presidente de Rusia, Narendra Modi, Primer Ministro de India y Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, pidieron a Xi Jinping y Donald Trump limar asperezas y llegar a acuerdos con el fin de conjurar la amenaza de una recesión económica global.

El encuentro bilateral sinoestadounidense se convirtió en una especie de G2 que tiende a sustituir en importancia, al menos mediática pero tal vez también geopolítica, al G20. De acuerdo con la nota “Calm attitude needed for future China-US trade negotiations” del diario chino Global Times (29 de junio, 2019) las sanciones arancelarias con las que EE. UU. quería doblegar a China, tuvieron el efecto contrario: mostraron la fortaleza y resiliencia de ese país, la calma con la que puede navegar en la tormenta y la autonomía de la economía del país más poblado de la Tierra. Xi Jinping, el dirigente del Partido Comunista Chino y presidente del gigante asiático salió de la reunión bilateral con varios triunfos: la suspensión de los aranceles escalonados a 300 mdd de exportaciones chinas a EE. UU., la conjura de las sanciones contra Huawei y el compromiso de Donald Trump de encontrarse con Kim Jong-un en la zona desmilitarizada entre las dos Coreas. A cambio, China se comprometió a abrir sus mercados a los productos agrícolas norteamericanos. El acuerdo se mantendrá vigente mientras sesione el comité de asuntos de comercio, de entre los 100 comités para tratar distintos aspectos de su relación bilateral.

La posibilidad de una guerra contra Irán fue el segundo fantasma de la cumbre. De acuerdo a la página Vessel Finder, el 13 de junio el buque petrolero noruego Front Altair sufrió tres explosiones en el Golfo de Amán. Un buque de la guardia costera iraní acudió al lugar para rescatar a 47 integrantes de la tripulación. Minutos después, arribó al lugar una fragata militar estadounidense. Trump afirmó: “Iran did do it. Tras dar por hecho el ataque iraní a la nave, las tensiones en la región crecieron de manera exorbitante. En ese contexto, resultó muy preocupante el baño de elogios de Donald Trump hizo al príncipe Mohamed Bin Salmán, de Arabia Saudita, durante un desayuno que sostuvo con él (“5 Takeaways From the G20 Summit: Easing Off Trump’s China Trade War, for Now”, The New York Times, 29 de junio, 2019). Al concluir su encuentro, Trump calificó al príncipe como un revolucionario que está haciendo un magnífico trabajo en su país. Sin embargo, según informó la nota “Reconsider G20 After Kaggoshi killing, UN Expert Say” (France 24, 2 de Febrero, 2019) para Agnès Callamard, relatora especial de la ONU sobre ejecuciones extrajudiciales, existe evidencia sólida de que el príncipe Mohamed Bin Salmán ordenó el asesinato del periodista Jamal Kashoggi, colaborador de The Washington Post. En base a esa evidencia, la funcionaria señaló que el G20 debería cambiar de sede e impedir que la reunión programada para 2020 se celebre en Arabia Saudí pues, en caso de efectuarse ahí, implicaría que los jefes de estado se conviertan en cómplices de un crimen horroroso. Como en la película Pulp Fiction de Tarantino, en la cual Harvey Keitel ayuda a limpiar un coche en el que se cometió un asesinato, Donald Trump pretendió limpiar la cara del príncipe en un contexto en el que Arabia Saudí jugaría un papel muy importante en un conflicto bélico con Irán. Japan Times también señaló que Donald Trump maltrató al anfitrión Shinzo Abe, primer ministro de Japón, le elevó el seguro de protección militar estadounidense y lo comprometió a involucrarse en una eventual guerra estadounidense.

Es tal el desorden global que algunos países deciden jugar en varios bandos. Por ejemplo, de acuerdo con Sputnik, Narendra Modi participó en una trilateral con EU y Japón para construir infraestructura marítima para contener la influencia china en la zona del Indo-Pacífico, y luego se incorporó a una reunión trilateral con Vladimir Putin y Xi Jinping para impulsar el desarrollo económico en la región. Japón hizo algo similar. En ningún lugar del mundo se reproducen tan rápidamente los capitales japoneses como en China.

Más allá de algunos acuerdos mínimos expresados en su declaración, la verdad es que la falta de capacidad para coordinar temas de gobernabilidad, economía y seguridad global en el marco del G20 nos permite afirmar que en cierto sentido el mundo va al garete.